Robespierre fue el que empezó la revolución francesa contra la monarquía de los Borbones de Luis XVI. Existían dos bandos, los jacobinos o revolucionarios y los moderados.
Muchos aristócratas y miembros de la realeza, así como pueblo en general, fueron con el pasar del tiempo "guillotinados" en la plaza del pueblo producto de las denuncias públicas realizadas y un pueblo enardecido por los constantes abusos cometidos, especialmente por parte de la emperatriz austriaca María Antonieta.
Con posterioridad, el propio Robespierre, quien fue el precursor de la matriz del terror, fue una de las víctimas.
Como consecuencia de esta revolución asume el poder Napoleón Bonaparte.
Este pasaje de la historia tiene analogía con los actos que realiza Juan Carlos Varela, ya que al iniciar una supuesta transformación en la forma de hacer gobierno primero debe mirarse él mismo y su entorno en el espejo.
No tanto porque haya traidores que lo delaten, como ocurría durante la revolución francesa, sino porque para ser reformador no se puede seguir siendo, o haber sido, un pecador donde uno mismo halle inmunidad mientras se persiguen los mismos delitos en otros.
Un dinero dado a un partido político y usado para uso personal o para negocios personales es una coima y no una donación.
El electorado no es tonto, y quienes te apoyan saben que no se puede tapar el sol con una mano.
Los países pueden y deben, si es necesario, cambiar la forma de hacer gobierno y para eso antes de empezar supuestas campañas de transformación , los gobernantes están obligados a verse a sí mismos y a su entorno y asumir las consecuencias del cambio.
El Gobierno debe dejar de mirar hacia otro lado, cuando sabe que es vehículo para perpetrar irregularidades.
Bien sabido es que mercancías que salen de nuestra Zona Libre tienen entrada comúnmente de forma irregular en otros países, y no es la única acción en la que queda latente la hipocresía en la que incurrimos.
Transformaciones lideradas por quien no se quiere transformar no solo no se concluyen, sino que frustran y ahogan al pueblo, quien ve en su líder un personaje hipócrita e injusto.
Son tiempos en que el pueblo necesita ver a su presidente, Juan Carlos Varela, dando ejemplo, y espera su confesión como único comienzo de una verdadera transformación.
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